13 diciembre, 2007

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - LXXXVII

En los últimos años del siglo XX fueron cogiendo fuerza las tiendas del todo a cien, en los umbrales de los juegos de luces con los plomos automáticos del láser tan lejanos a aquellos del blanco y negro de los sesenta, cuando imperaban las pequeñas tiendas del cero noventa y cinco, entiéndase de peseta. El todo a cien, por novedad, y a salvo del peligro de la tarjeta del Corte Inglés facilitaba el marquito barato para la foto familiar, completar el maleable juego de cubiertos para los días laborables o un sin fin de cacharros que no servían para nada. Nada que ver con los regalos en la época del blanco y negro, aquella del Cupón Regalo Comercial, que libreta a libreta ibas encortinando el alicatado de tu cocina.

Vino el euro, y con él las tiendas de chinos, de pasillos estrechos y largos preñados de cachivaches, que como los pétalos de una flor seca se caen solo al tocarlos. El todo a cien ha desaparecido por el euro, y aún conserva su nombre, no sabemos porqué. Quizá como homenaje a la desagraviada peseta, o quizá por la nostalgia de una falsa economía que nos pueda remediar de aquello que nos haga falta.

La enmienda a los presupuestos del Estado para el próximo año 2008, nos ha supuesto a los valencianos cinco millones de euros extras, algo así, cómo aquel Cupón Regalo Comercial, como premio a la fidelidad. En cambio, sesenta y ocho millones de euros se han ido para Aragón, ciento cuarenta y cuatro millones para Galicia, ciento sesenta millones para Cataluña, quedando nuestra Comunidad en la cola de los desarrapados: léase desheredados. Salimos pues los valencianos, a un euro por persona, el todo a “cien versión euro”, con el que piensan dejarnos contentos comprando en cualquier tienda de chinos, esas que tanto abundan por las calles céntricas de la ciudad, como también por los extrarradios, incluso en cualquier día festivo, hasta en las horas de la tarde.

En el salón columnario de la Lonja de la Seda, nuestra joya del Siglo de Oro Valenciano, hemos presenciado la inclinación de cabeza del rey Juan Carlos I, el Jefe del Estado español, ante Francisco Camps, nuestro Presidente autonómico, en el momento que recibía de éste la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana. Ello demuestra la grandeza y humildad del Monarca hacia nuestra Comunidad, gesto que debe llenarnos de orgullo por lo que de respeto expresa hacia todos los valencianos. Gesto, que nada tiene que ver, con los habituales desplantes de la insidiosa Narbona, o los de la “coll de tito”, la Excelentísima Señora Doña María Teresa Fernández de la Vega, Vicepresidenta del Presidente, que se pasa por su famélica entrepierna cualquier acto protocolario, experta en sus intrigas áulicas, y que se ha empadronado en Beneixida en una propiedad producto de una recalificación urbanística, operación tantas veces criticada por su partido.

Como la supresión del impuesto del Patrimonio, que cuando la planteó en nuestra Comunidad el Partido Popular, los socialistas la consideraron para favorecer sólo a los ricos; y ahora, el PSOE, la quiere imponer en toda España. No sabemos si es porque estamos en campaña electoral, o porque ellos, los socialistas, son cada vez más ricos; o por ambas cosas a la vez.

Las aguas bajan turbias por Blanquerías, le sede del PSOE valenciano situada en la ribera del río Turia, que dejando de serlo hace años, desde la Moncloa parece que no se han enterado. En su permanente decisión de ningunear a los valencianos, incluso a los de su propio partido, desde Ferraz, el PSOE dirige la campaña electoral de la Vicepresidenta del Presidente preocupado sobre todo en ensalzar su imagen, temeroso de su estrepitosa derrota que sabe de antemano. Como el cauce seco que pasa de largo sin refrescar sus orillas, Ferraz, sede de la cúpula dirigente, ignora al comité de la campaña electoral para la provincia de Valencia, cuya coordinadora ha presentado la dimisión después de haber anulado la Vicepresidenta del Presidente un mitin en el Polideportivo del Cabanyal, a cuyo montaje habían dedicado los valencianos todo su esfuerzo, con la sospecha fundada desde Madrid, de encontrarse con el Pabellón vacío.

El Tribunal Constitucional ha dado la razón a la Generalitat Valenciana en el recurso que el Gobierno aragonés había presentado en contra del derecho de los valencianos a recibir el agua que sobra y se pierde por Amposta, y que luego Narbona, quien algún día tendrá que explicar qué mal le han hecho los valencianos, quiere recuperar, quizá avergonzada. Contra el fallo del Alto Tribunal, no hay posibilidad de nuevo recurso, por lo que es de esperar que ya de una vez por todas, la nobleza baturra se imponga a su testarudez ancestral, doblegándose ésta a la necesaria solidaridad cada vez más en entredicho. Testarudez que se vio acrecentada por culpa del nacionalismo catalán del que hizo piña, y que más que cutre y rancio es taimado y desalmado, interesado en torpedear todo aquello que identifique al conjunto de la nación española, como lo era el Plan Hidrográfico Nacional, prueba del nueve que el entreguismo de Zapatero nunca ha sabido superar.

Al Perol pues con tanta vanidad, como con los que nos ningunean; y arriba el perol, en todo lo alto. Y en esta ocasión sí, terminemos la cucaña con un buen mamporrazo en su centro más tozudo, próximas las fiestas, aunque las tengamos que celebrar recurriendo a un crédito bancario cada vez más necesario.

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