03 enero, 2008

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - XC

Por repetitivo y algo soso, por su ausencia de gracia picante –la que tanto nos motiva ante cualquier empresa- tememos que en esta ocasión el famoso presagio va a permanecer ausente en nuestras vidas. Alguien dijo, sin saber su autor, aquello del "año nuevo vida nueva" que todos nos proponemos, pero que raudos abandonamos en la cuneta de nuestra existencia. Pero al menos, en esta ocasión, el “nada nuevo bajo el sol” sí justifica el aserto y las buenas nuevas nos suenan también carentes de gracia, sin el bullicio burbujeante del cava de frágil melodía que ha alegrado nuestros últimos días del año.

El año pues, empieza con subidas en la tarifas de primera necesidad y lo hace con un gran desparpajo, con el sabor de la cocina tradicional de las lentejas, aquel de las tomas o las dejas y se estrena con las subidas del teléfono, del gas, del transporte y de la electricidad. Todo de golpe, al mismo tiempo, para que no exista duda alguna de su necesidad desde el primer día de año, y que si nunca deseamos contar con ellas -con las subidas- bien es verdad que no podemos hacer nada por evitarlas, salvo volver a las cavernas, viaje turístico al que nadie quiere apuntarse.

Así pues, les decía, nada nuevo bajo el sol, e Ibarretxe sigue amenazando con su deseada consulta popular proclive al enfrentamiento; ERC en su ancestral manía petitoria exige mayor precio para apoyar a Zapatero -que para eso está la Ley del Mercado trilero fraguada por ellos mismos ante cualquier consulta popular- y los radicales abertzales siguen destrozando las instalaciones que le viene en gana, con la facilidad y destreza tan fácilmente conseguida. Empieza el Año Nuevo, pero todo nos resulta viejo, acostumbrados como estamos a tanto desacato y que nos han vestido con el tinte de la normalidad.

Y mientras aumentan en nuestra ciudad los carteristas interesados en lo ajeno, y “los gorrillas” siguen adueñándose de las plazas libres de cualquier calle, y la seguridad en nuestras casas se convierte en un juego de azar, cerca de un millón de estorninos han desaparecido de nuestras calles: lo único molesto que nos abandona. Y no porque hayan perdido el gusto por su apacible estar, sino porque al nadie hacerles caso, se han ido con la música a otra parte.

Sin embargo, Pepiño Blanco, está molesto con los defensores de un concepto cristiano de la familia, y con su cara dura de nacimiento y su desvergüenza profesional de siempre, puesta al servicio del socialismo español, se define primero como cristiano, y arremete después contra los seguidores de esa idea, como si a su defensa no tuvieran derecho. Y ataca con ira a la Iglesia Católica avivando en sus seguidores el odio anticlerical, germen de las dos Españas, en un claro intento de sacarlo con más fuerza a la palestra.

El truhán, trata de mentiras los manifiestos lanzados en Madrid con motivo del Encuentro en defensa de la Familia, a lo que se ve, no tienen derecho los miles de ciudadanos que allí se han reunido. Con su acostumbrada geta, pide a la Iglesia Católica que rectifique, utilizando sus amenazas veladas en la que es tan diestro. Mientras que ve con buenos ojos, siempre entrecerrados, el proyecto de España por el que lucha Zapatero, en el que al parecer sólo tienen derecho a manifestarse los colectivos gay, los emprendedores abertazales y los defensores del “matrimonio progresista”, adjetivo éste cada vez más devaluado por su constante manipulación. Y como más de lo mismo, los defensores de la familia tradicional, se ven estos días atacados y ridiculizados insistentemente por las campañas radiofónicas de la SER, la que tanto hiciera a favor de Zapatero -fiel a la misión para la que fue adjudicada por el Gobierno de Felipe, ahora diseñador joyero, además de sabio- utilizando para ello la formula enciclopédica de la mentira permanente y los aderezos de la falsa intelectualidad, la habitual alfalfa alimento de los pardillos.

Robespierre Rubalcaba, a bombo y platillo, pregona a los cuatro vientos el número de accidentes de tráfico más bajo de los “últimos cuatro años”, justo los de la legislatura, cuando la realidad es que el número de fallecidos desciende desde hace ya muchos años. Sin embargo, calla y silencia, mencionándolo sólo de pasada, que hemos sufrido la inflación más alta en los últimos doce años, la del 4,3%, de la que nosotros no hemos sido responsables, salvo por nuestra afición a las propinas y el desprecio al conejo, acostumbrados como estamos a las tiendas especializadas del “delicatesen”.

Contra el izquierdismo manipulador y la manipulación arquitectónica -en esta ocasión cogidos de la mano- el Tribunal Supremo ha emitido la sentencia que obliga a quitar el alicatado del Teatro Romano de Sagunto para que vuelvan a verse sus bellas arrugas, las de la ancianidad, el vestigio de un pasado histórico tan celosamente protegido en cualquier otra ciudad, siendo Mérida el más claro ejemplo. El Alto Tribunal da el plazo de dieciocho meses para el desmantelamiento de la infamia cultural sin dañar los restos arqueológicos del anfiteatro romano. Veremos pues, si el Conseller Cipriano Ciscar mintió o no, cuando aseguró que el alicatado no dañaría al graderío en el supuesto de volverlo a su estado natural. Bueno sería que el coste de las obras que se avecinan corriera a cargo del PSOE y sus rentas de FILESA, en lugar de caer sobre las costillas del contribuyente valenciano.

Pasadas la fiestas pues, al Perol con ellos. Y en lugar del mamporrazo hasta reventarlo, prendamos en él sus mentiras y engaños, como en el fuego purificador de la noche fallera, indultando en esta ocasión a Zapatero como el más claro recuerdo de la torpeza y de la necedad.

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