31 enero, 2008

ESPARDEÑÁS Y PEROL TRENCAT - XCIV

La mentira es como una costra ruda, inodora, de aspecto suave a veces, que extendiéndose a fuego lento va tomando forma en los cuerpos acomplejados con la intención de fijar su residencia el mayor tiempo posible. Y no le importa ser descubierta, porque en su insistencia, sabe tomar, a finas láminas, nuevas formas que cogen cuerpo y se adhieren a si mismas como una segunda piel, o las que hagan falta, como una tercera dimensión sin lindes y proyectada hacia el infinito.

La mentira es una auténtica costra pegada a una herida que se alimenta intermitente por la calenturienta envidia hacía todo lo que a uno le rodea, o cuando en su evolución más infame, toma cuerpo el odio sanguinolento hacia todo lo que se desea, pero que nunca podrá tener a su alcance.

La mentira del comunismo internacional nacionalizado en España con el “partido”, entiéndase el PCE, en aquellos años de la transición hacía una libertad por la que dicen ellos que lucharon, se vio después descubierta al caer el muro de su infamia. Y fue cuando se vio obligado en su habitual escenario de baile de disfraces a buscar uno diferente, entre los muchos que había ante un amplio vestidor de prendas de diseño, pero con tintes de estafa que ya a muy pocos podían engañar.

Nació así Izquierda Unida, con matices “verdes” o “ecológicos”, con embozos de noche oscura, con antifaces de fiestas en el parque de cualquier domingo mañanero, con máscaras entre bambalinas teatrales, apoyada por las mentiras de un cinematógrafo sucio y mugriento, dispuesto al forraje de la más necesitada subvención.

Izquierda Unida, más que unida condenada a fundirse hasta su desaparición, sólo le queda el recurso de las luchas internas en busca del botín, en las que como los rosarios de la aurora recurren ante los tribunales de su propia Inquisición.

Los nacionalismos, tanto el vasco como el catalán, que ven en los tribunales institucionales su mayor enemigo, siempre se nutrieron de una soflama permanente viendo en las críticas a sus acciones partidistas el ataque al conjunto de sus regiones respectivas. Ambos nacionalismos se han convertido desde sus mentiras en la mayor amenaza para la democracia española, cuya principal defensa debería ser contra el engaño permanente de aquellos.

La Barcelona que buscaba y encontraba parcelas de libertad junto al bohemio libertinaje de los años setenta, se ha convertido en la del pensamiento único que ignora a quienes se dedican a pensar por ellos mismos: los liberados de las mentiras que fluyen desde los emisores de la Generalitat Catalana hacia las antenas de los que sin embargo prefieren ser sus esclavos. La nobleza y gallardía del pueblo vasco de los años setenta ha sido sustituida por la mentira permanente alimentada con la gasolina encendida de un odio hacia España, transformado el engaño en la metástasis que sirve para destrozarse a si mismos, sin que el Gobierno Vasco esté dispuesto a combatir el mal, sino más bien a engordarlo.

Dije en alguna ocasión, que los dos grandes males que nos asolan, los estandartes de las dos Españas machadianas que siempre florecen cuando a la izquierda les conviene, están, en el fondo, en esa derecha que dice defender al obrero y nadie se lo cree, mientras que la izquierda dice lo mismo y son muchos los que sí se lo creen. Males difíciles de arreglar mientras determinados complejos indelebles no se superen. Las dos Españas, arteramente separadas y manipuladas, porque a los ríos revueltos los del izquierdismo manipulador siempre sacaron su beneficio, y que no la prefieren unida. La utilizan como les conviene, como hacen con Antonio Machado que si siempre fueron dos hermanos, ahora pasados más de treinta años, sólo mencionan a uno.

Si la mentira es una gran patraña, en la fiscalidad encuentra su mejor acomodo en los instantes previos a la jornada electoral. A aquella acuden los partidos ante las elecciones confiados en que con la compra de votos, el mundo estará en sus manos. Caído sobre ellas con la misma facilidad que lo hace el higo pansido sobre la tierra a la que se somete, hundido en el légamo por su propia fragilidad. Recurren pues a la calculadora con suma frecuencia, como a la magia en la propuesta de rebaja en un IRPF ya exento para muchos. La paga extra de 400 euros para todos, se convierte en una mentira más del Zapatos, porque la ventanilla estará cerrada para quienes están exentos del impuesto dispuestos a vender su voto. Caciquismo decimonónico que como el Guadiana, hace acto de presencia en los inicios de este siglo en el que según nos dice Bono la lucha de clases pertenece al pasado.

Oír esto de labios de Don José Bono y a Pepiño Blanco arremeter contra los “capitalistas pizarros” más parece alimentar el deseo de liar al personal que otra cosa, aunque sea del agrado de quienes en su ignorancia y anclados en el pasado no pueden soltar amarras de su inquina al burgués

Algunos de los de la farándula y del mundo de la canción, los correligionarios de siempre, han firmado un manifiesto en contra de la sentencia firme del Tribunal Supremo que obliga a proteger las ruinas del “teatro romano de Sagunto” de los garras depredadoras de unos memos, que lucen el halo iluminado de una supuesta intelectualidad. La que más parece la cutre y obligada cantinela de siempre, propia de los que pertenecen a un mezquino banderín de enganche dispuestos a actuar las veces que haga falta. Los que están siempre dispuesto al más glamoroso sarao del despilfarro, como también a lucir su palmito en cualquier enfervorizado mitin de las mentiras, en la más desvergonzada de las levas y siempre de acuerdo con un guión rancio en el tiempo, por lo gastado y falso.

Al Perol con tanta mentira de quienes en ella ven su única forma de medrar manipulando a la opinión pública para conseguir su voto utilizando un nuevo talante. Nada nuevo por cierto, más propio de quien pasara a la historia llamándose “El Tempranillo” utilizando al pueblo que él decía defender.

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